ESTE AÑO FUE DECLARADO por la ONU como el Año Internacional de las Lenguas, para llamar la atención sobre la necesidad de desarrollar políticas públicas para fortalecer y proteger las que están en riesgo. De 10.000 que existían hace medio siglo, hoy solo sobreviven 6.000 y la mitad corren el riesgo de desaparecer por la globalización. “Este fenómeno tiende a reducir la humanidad, con toda su diversidad, a una cosa muy homogénea -asegura el lingüista vasco residente en Colombia, Jon Landaburu- .
Un peligro que está viéndose no solo en la fauna y en la flora con la desaparición de muchas especies, sino también con la desaparición de formas de cultura como las lenguas”.
Según la Unesco, el 96 por ciento de estas las habla solo el 4 por ciento de la población, un factor que acentúa el riesgo, y algo a lo que no escapa Colombia, uno de los países con mayor variedad lingüística del mundo: 65 indígenas y dos de origen africano.
El Ministerio de Cultura, consciente del problema y de la necesidad de valorar y proteger la diversidad lingüística, comenzó este año un proyecto que contempla tres etapas, la primera de las cuales es el estudio de 20 lenguas de las dos costas, Putumayo, Amazonia y Orinoquia que, o están en peligro de extinción, están siendo desplazadas, se entienden pero no se hablan (práctica pasiva) o aún se hablan (práctica activa).
Según estadísticas de investigadores y lingüistas, menos de 1.000 personas hablan la mitad de las 63 lenguas indígenas, y entre ellas hay casos dramáticos como el nonuya que solo habla una familia en el Amazonas, y el quinigua que desaparecerá con la muerte de su único hablante en la Sierra Nevada de Santa Marta. El totoró tiene apenas 15 hablantes pasivos en el Cauca, lo mismo que el carijona en el Amazonas.
Sin embargo, no todas pasan por procesos tan radicales y hay zonas donde las comunidades son multilingües y mantienen viva su propia lengua: los embera en la Costa Pacífica, los wayuu en La Guajira y los quechuas en Bogotá, entre otras. Y por ejemplo en el Vaupés hay comunidades que no permiten a sus miembros casarse con personas que hablen su lengua, lo que ha generado que todos sepan cuatro o cinco dialectos.
Reserva
Las lenguas indígenas y negras fueron durante mucho tiempo ignoradas, subvaloradas y discriminadas, tanto que sus hablantes sentían vergüenza de expresarse en ellas y poco a poco dejaron de hablarlas. Por eso sus herederos no las aprendieron, solo las entendían. Según los estudiosos, la tercera generación de una comunidad está condenada a olvidar la lengua original.
En este sentido, Landaburu, coordinador del Programa de Protección de la Diversidad Etnolingüística de Mincultura, cuenta que en los años 70 conoció en el Amazonas un nonuya que no quiso heredar la lengua a su descendencia “traumatizado porque los caucheros de la Casa Arana exterminaron a su gente, genocidio del que apenas sobrevivieron unos pocos individuos, no quería revivir el pasado y por eso no quiso transmitirles su lengua a sus hijos”.
A la luz del panorama descrito y consciente de la importancia de defender y proteger la diversidad cultural, el objetivo de Mincultura es cumplir con lo que dice la Constitución, que si bien reconoce el español como lengua oficial obliga a respetar como co-oficiales las lenguas de comunidades indígenas y negras.
Y es que de lo que se trata es de lograr un doble objetivo: integrarlas al desarrollo pero preservando sus tradiciones. “Los hablantes de otras lenguas deben poder comunicarse en la lengua oficial para exigir sus derechos en materia de salud, justicia y educación -sostiene la ministra Paula Moreno-. La lengua es un tema de supervivencia”.
De ahí la importancia de la etnoeducación, que cumple un papel fundamental en función de ese objetivo. El problema es que las buenas intenciones sobrepasan a las realizaciones. Desde hace 30 años existen programas de esa naturaleza, pero no solo no han logrado sobrepasar la primaria sino que no se ha puesto en práctica en todas las zonas donde conviven indígenas o negros con personas que solo hablan español.
Ahora hay nuevas perspectivas, una tendencia a valorizar la variedad cultural, y un interés creciente de antropólogos en documentar lenguas en peligro de desaparición. “Se trata de una reserva espiritual -sostiene Landaburu-. Por eso hay que tomarlo en serio”.
EN ESTUDIO
CARIBE (5)
– Wayuu ( La Guajira)
– Ette o Chimila (Magdalena)
– Wiwa (Cesar, La Guajira)
– Palenquero (Bolívar)
– Cuna o Tule (Antioquia, Chocó)
SUROCCIDENTE (4)
– Paez o nasa (Cauca)
– Guambiano o namtrik (Cauca)
– Wounan (Valle y Chocó)
– Cofán (Putumayo)
AMAZONIA (7)
– Ticuna (Amazonas)
– Cubeo (Vaupés)
– Tucano (Vaupés)
– Barasana, Edulia, Macuna y Tatuyo (Pirá-Paraná, Vaupés)
ORINOQUIA (4)
– Puinave (Guainía)
– Curripaco (Guainía)
– Sikuani (Vichada, Meta, Arauca)
– Sáliba (Casanare, Arauca)
Fuente: http://www.cambio.com.co
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